domingo, 27 de noviembre de 2011

La muerte de Kino

No sabemos si Eusebio Francisco Kino realizó durante su vida más expediciones que las que he citado en esta serie de artículos, ya que no hay mención de alguna posterior a la última que mencioné. De cualquier manera, durante los meses siguientes a su última expedición registrada, continuó con su preocupación por abastecer las misiones califórnicas.  En diciembre de 1709 le escribía al Padre Juan de Yturberoaga, Procurador de la Provincia Jesuita de Nueva España: “El padre rector Juan María de Salvatierra da a entender que mi principal obligación [es] socorrer a la California por disposición de nuestro padre general …” Así, siguiendo esa tarea, transcurrieron los últimos meses de la vida del misionero pimalteño quien, desde su misión de Dolores, veía cómo había ido creciendo la Pimería Alta como abastecedora de las misiones califórnicas.

De esta manera llegó el 15 de marzo de 1711. Esa fecha le tocó asistir a la dedicación de una nueva capilla en la iglesia de Magdalena y nuestro misionero debió recorrer nuevamente ese camino que había recorrido tantas veces desde aquél lejano 1687 en que llegó, y que lo separaba de la cuenca del San Miguel, donde se encontraba Dolores, de la del Asunción, ubicación de Magdalena; así remontaría la sierra del Torreón que aún hoy domina el paisaje desde la carretera internacional y entraría al valle magdalenense. Ya en Magdalena, celebrando la ceremonia de dedicación de la capilla de San Francisco Xavier se sintió mal y esa noche falleció. Al padre Agustín de Campos le tocaría enterrarlo y registrar su fallecimiento en un acta cuya imagen aparece a la derecha y reza:
 
Año de 1711. En quince de marzo, poco antes de medianoche, recibidos los santos sacramentos, murió con grande sosiego y edificación en esta casa y pueblo de Santa Magdalena el padre Eusebio Francisco Kino, de edad de setenta años. Mntro de Nuestra Señora de los Dolores, fundada por el mismo padre, el cual trabajó incansablemente en continuas peregrinaciones y reducción de toda esta Pimería. Descubrió la Casa Grande, ríos de Gila y Colorado, y las naciones cocomaricopas y sumas y los quicamaopa de la isla; y descansando en el Señor está enterrado en esta capilla de San Francisco Xavier, al lado del Evangelio, donde caen la segunda y tercera silla, en ataúd. Fue de nación alemán, de la provincia a que pertenece Bavaria. Habiendo sido antes de entrar en la Pimería misionero y cosmógrafo en la California, en tiempo del almirante don Isidro de Otondo. Agustín de Campos S.J.

Al leer este texto, de inmediato varias inexactitudes llaman nuestra atención. De ellas, las más notables son que la edad verdadera de Kino, quien fue bautizado el 10 de agosto de 1645, era al momento de su muerte 65 años cumplidos y no setenta como asentó Campos. Además, que Campos aún entonces y contra la opinión de Kino, pensaba que California era una isla. Finalmente, tendríamos la mención de que fue alemán, ya que el mismo Kino no estaba seguro de su nacionalidad o que el apellido del alimrante califórnico fue Atondo, no Otondo. (Debo agregar que la imagen del acta de fallecimiento del misionero que adorna este artículo fue editada. El original ocupa dos páginas, el final de una y el inicio de otra) 

No podemos deducir la enfermedad que le causó la muerte a Kino en caso que no haya sido simplemente la edad. Manje mismo nos orienta hacia una pista probable sobre las enfermedades que, crónicamente, enfermaban a Kino y que apuntan a malaria:  “En las fuertes fiebres que le daban, no provava nada en 6 días que más que levantarse a celebrar y acostarse; y, deviltanto y desmaiando la naturaleza las extinguía.”

Y en cuanto a su temperamento, también Manje nos lo explica:  

“sus conversaciones eran los melifuos nombres de Jesús y María y las combersiones de los gentiles, por quienes siempre pedía a Dios… Conozí era de natural colérico quando reprendía al que pecava públicamente; y, si despreciaban su persona, lo atemperava tanto que ya avía hecho ávito de realzar a quien con vilipendios, denuestos e ynproperios lo maltrataba de palabra, obra o por escrito, usando los superlativos de “reciví la gratísima, estimadíssima” y otros de obsequio y agradecimiento; y, si era en su cara, yva a abrazar al que los decía, diciendo: “es vuestra merced y a ser mi queridíssimo dueño, aunque no quiera” Y luego yva quizá a ofrecer los desprecios al Divino Señor y Dolorosa Madre a cuio templo entrava a rezar cada día cien vezes. Y después de cena, viéndonos ya acostados, se entrava en él, y, aunque me trasnochava leiendo, nunca le oí salir para coger el sueño que era bien parco.”

En 1712, un año después de la muerte de Kino, el Padre Campos desenterró los restos de los padres Ignacio de Yturmendi y Manuel González de Tubutama, donde habían sido inhumados al morir allí, y se los llevó a Magdalena, en donde los reinhumó  a los lados de los de Kino. Allí pueden ser vistos actualmente por el viajero, acompañando a los del misionero trentino.

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