domingo, 16 de octubre de 2011

La Ultima Expedición a la costa sonorense

Después de regresar de su viaje a la costa de Caborca empezando 1706, a Kino no se le olvidaba la ruta por tierra a California, aunque pasaron los meses y no se presentó la oportunidad de organizar otro viaje para buscar su ansiado paso por tierra.

En octubre fue a Fronteras en su papel de Procurador de las Misiones a comprar ropa, y allí se entrevistó con el Gral. Jacinto de Fuensaldaña, Capitán de la Compañía Volante de Sonora, quien lo apoyó en su proyecto de organizar otra expedición a la costa sonorense. Nos cuenta Kino: “Teniendo su merced por cierto lo que era muy cierto, que la California no era isla, determinó darme unos soldados que conmigo fuesen a ser testigos de vista y se informase de todo a fin de informar jurídicamente en México.” Además, ofreció enviar un correo a sus expensas “en orden también de conseguir y traer los padres tan necesarios para estas nuevas conversiones.” Con ese fin, Fuensaldaña encomendó al Alférez Juan Mateo Ramírez y a Antonio Durán como escoltas de la expedición, mientras que un franciscano, Fray Manuel de Oyuela, decidió acompañarlos.


La ruta del viaje
El 13 de octubre partía de Fronteras el grupo y tres días después llegaba a Dolores. Allí, Ramírez encontró un grupo de indígenas que habían acudido “con una cruz y con otras buenas dádivas de conchas azules de la contracosta, con una santa cruz que enviaban los de la nación quíquima.” Ya sabemos que la concha azul, el abulón (haliotis fulgens) existe únicamente en la costa califórnica del Pacífico, y que los Quíquima era una tribu que habitaba el delta del Colorado.

En Dolores pasaron cinco días preparando la expedición y luego se dirigieron a Remedios y de allí a Síboda (Cíbuta actual), que para entonces era una importante estación de abastecimiento de las expediciones, así como de las nuevas misiones de la región desértica. En ese lugar, Kino se abasteció de carne seca y cuarenta caballos y mulas, como complemento de los 25 que ya llevaba, además de 25 cabezas de ganado para Búsanic para reemplazar el ganado que de allí había enviado antes a Sonoita. Habiendo llegado a Tubutama, los  recibió el padre Minutuli quien, “con muy mucha caridad y amor, nos avió con vino de misas, con candelas de cera, con chocolate, pan y bizcocho, con pinole, carnero y carne de vaca y aún con su propia mula de silla.”

Más adelante, pasaron por Caborca y de allí a Sonoita, desde donde Kino decidió, en vez de dirigirse al delta del Colorado, subir el cerro de Santa Clara (volcán del Pinacate) y desde su altura otear la costa. Atravesaron el desierto sonorense hasta que llegaron a las faldas del volcán, de donde, auxiliados por las mejores mulas que tenían, subieron la escarpada y extremadamente difícil falda de esa montaña que se eleva 1,200 metros sobre el nivel del mar.

Y mientras que Durán los esperaba abajo por estar enfermo, el resto de los expedicionarios subieron las cuatro leguas (en realidad son como 19 KM de constante ascenso) hasta el puerto que divide las tres cimas. Nos dice Ramírez: “sobre este cerro hacen otros tres cerros apilonados: subimos en el que cae al sur, desde donde se vio el mar, el cual nos quedaba meramente al sur.” Era el menor de los tres picos y desde su cima vieron cómo “se perdía de vista sin que ni de la parte del oriente, de donde venimos, ni de la parte del poniente subiera mar alguno hacia el norte o noroeste.” Y así era, desde esa cima únicamente se alcanza a ver el desierto de Sonora extendiéndose hasta perderse en el horizonte, mientras que hacia el Sur se logra discernir el azul del mar.

Después bajaron a pernoctar en el puerto situado entre los picos y un día después subieron a la cima más alta, la más difícil, la situada al Norte, donde “por ser tan alto y un género de cascajal de piedra tezontle, como lo es todo este grandísimo cerro, que temía acabar primero con la vida que con la empresa.” Hace pocos años subimos el volcán. Fue un ascenso que duró tres días, y pernoctamos en el puerto que se menciona más adelante, el mismo en donde pasaron la noche esos expedicionarios. En seguida muestro el video de ese ascenso.

Pinacate
(Debo agregar la siguiente información. Se le ha dado el nombre del Pinacate, debido a que el color de la roca allí es negra, lo que recuerda al artrópodo que se encuentra en toda la región, del género Aleodes. 

La región es extremadamente calurosa y desértica, por lo que se escoge marzo, cuando aún las mañanas son frías y los días más templados, como temporada para el ascenso. 

Por otro lado, también en marzo, y dependiendo de cómo haya sido la temporada de lluvias invernales, el suelo del desierto se cubre en mayor o menor grado de alfombras de flores, las que pintan todo el paisaje de diferentes colores, las que hacen creer que en realidad no es tan árida esa región). 


 Video de un ascenso al Pinacate, realizado con motivo del tricentenario de Kino

Desde su cima alcanzaron a ver “con más individualidad, lo que habíamos visto la tarde antecedente, y que con esta continuación de ambas tierras y paso por tierra a la California, y vimos que su Sierra Madre de la California corre de sur a norte hasta a donde remata el mar y que una punta se pega con una bahía que fray Manuel  llama la ría, por ser el desemboque del Río Colorado en el remate de la mar de la California.”

Habían logrado su objetivo y regresaron a Dolores, donde Ramírez pasó en limpio su informe. Sin embargo, estando allí recibieron una noticia que echaba a la basura lo logrado. Fuensaldaña acababa de morir.

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