domingo, 30 de octubre de 2011

La "Luz de Tierra Incógnita..."

El para entonces General Juan Matheo Manje concluyó un libro ese año de 1706, firmándolo el 3 de diciembre, poco después del regreso de Kino de su última expedición a la costa sonorense. Le llamó “Luz de Tierra Incógnita entre las gentes más bárbaras…” Este constituye el texto fundamental con que contamos de la visión laica del desarrollo de la Pimería. En él, Manje presenta su perspectiva del mundo así como las crónicas de sus viajes exploratorios con Eusebio Francisco Kino; pero lo principal fue que como conclusión incluyó en él su proyecto del futuro de la Pimería Alta. Hasta allí, todo bien.

El problema surgió de los conceptos vertidos en esa conclusión. Si bien, Manje reconoció los logros obtenidos por los misioneros Jesuitas, también asentó que se apoderaban de las mejores tierras de siembra, dejándole a los españoles las peores. La solución, opinaba Manje, la daba el cambio en cantidad de población de las más antiguas misiones, las que habían comenzado con unos mil indígenas que para entonces se habían reducido a unos cien. Así, se podrían aparcelar esos terrenos y redistribuirlos entre los españoles, que habían defendido la provincia de los asaltos indígenas con todo lo que tenían. Además, se les deberían de conceder “muchos privilegios y franquicias, como las tienen los pobladores de Nuevo México.”

Por otro lado, también se quejó de que en todo Sonora había únicamente “tres curatos, con tres sacerdotes clérigos,” éstos eran Nacozari, San Juan y Horcasitas, cuyos curas debían atender a los españoles, criollos y mestizos de toda la región, tarea imposible por la enorme extensión del territorio sonorense. Como resultado, en algunas regiones los españoles “se pasan un año y más que no ven a su cura, careciendo de todo consuelo y pasto espiritual,” y agregó que antiguamente los misioneros atendían también a los españoles, aunque en el estado presente “se han inhibido los padres jesuitas de administrar los sacramentos a los vecinos españoles y aún a los indios sirvientes de estos…” La razón, continuó Manje, fue que “un cura, imprudentemente, hizo un informe contra su punto y crédito al ilustrísimo señor Obispo de este reino que fue el motivo para que su prelado o visitador les prohibiese” atender a los que no fuesen indígenas.

Y aquí agregó una frase demoledora: “Y para más corroborar ésto, pondré, incidentalmente, este párrafo de carta del padre Eusebio Francisco Kino, jesuita, que expresa lo siguiente: Siento no poder ir a administrar esos señores a Bacanuchi, por haber informado un cura al señor obispo contra nosotros, que ha motivado a los superiores que el padre rector, ahora nuevamente, nos haya mandado que no nos metamos en cosas de los señores curas.” Y agregó un lamento personal: “¡Oh, desdicha de estos tiempos! ¡Que por este ídolo de punto y crédito se haya de atropellar contra la honra de Dios y salvación de sus almas, redimidas con el valor excesivo de la sangre del Cordero!”

Pero no concluyó aquí la situación, también envió su reporte al Obispo de Durango y a la Audiencia de Guadalajara, agregándole las firmas de los ciudadanos de Bacanuche, lo que equivalía a una queja pública. Al conocerlo Francisco Píccolo, Visitador Jesuita de Sonora, se enfureció y le envió una queja al Gobernador de Nueva Vizcaya, Juan Fernández de Córdova, advirtiéndole que “de no haber remedio para tanto escándalo, mande salir de la dicha provincia a todos los misioneros.” En respuesta, el Gobernador ordenó el arresto de Manje, quien debería ser conducido a Parral “a buen recaudo y con un par de grillos,” que se confiscaran sus bienes y se averiguaran las acusaciones que había hecho, y el método seguido para conseguir las firmas que aparecían en el documento. La orden fue cumplida, según describiría después Manje, sin darle tiempo de “buscar unas cabalgaduras de mi andar,” sino que se le dio “una mula ajena”, ni tampoco pudo llevar ropa ni equipo para el viaje. Tras un mes de viaje, el día último de febrero llegó a Parral, en donde fue encarcelado. Mientras, en Bacanuche se realizó la investigación sobre el texto, y la conclusión fue que no faltaba a la verdad.

Poco después llegaba a Parral una serie de misivas de distintas autoridades jesuitas que, según el Gobernador Fernández de Córdova, “le piden que suspenda el éxito de esta causa sin hacerle a dicho reo culpa y cargo por los inconvenientes que … pueden resultar a la publicación del juicio.” De esta manera se le comunicó verbalmente a Manje su liberación, ordenándosele “que vuelto a su casa sea sin preguntar la causa de su prisión.” Pero éste no fue el final del affaire, aunque el espacio se agota por lo que continuaremos en el próximo…

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