domingo, 24 de abril de 2011

La matanza del Tupo

Al recibir la noticia del asesinato del misionero Francisco Xavier Saeta, el General Domingo Jironza Petriz de Cruzat, jefe regional de las armas, el entonces Alférez Juan Matheo Manje y otros militares, acompañados de algunos misioneros, acudieron a Caborca, donde había sido muerto. Allí supieron que los perpetradores eran nativos de Tubutama y lugares cercanos, no de Caborca. Recogieron los restos del misionero y los colocaron en una urna con la que regresaron a Dolores, a donde llegaron el 2 de mayo de ese 1695 y desde allí, en procesión a la que se incorporaron el misionero de Dolores, Eusebio Francisco Kino y el de Cocóspera, Fernando Bayerca, fueron llevados a enterrar a Cucurpe.

En seguida acordaron exigirle a los pimas inocentes que entregaran a los culpables y se organizó una fuerza militar al mando de Antonio Solís. Los indígenas, al verlos, quedaron desconcertados: se les prometía el perdón y se les mostraban las armas. Entonces, Kino fue personalmente a convencerlos de que no serían lastimados y en respuesta acudieron un centenar de indígenas a la Ciénega, cercana al Tupo, lugar del que hoy no hay certeza sobre su ubicación exacta, aunque estuvo cercano a Magdalena. Allí se encontraban los indios desarmados cuando llegó la fuerza militar de Solís el 9 de junio y en un santiamén mató a 48 indígenas. Desde entonces, al lugar se le llamó La Matanza. Los españoles pensaron que el levantamiento había terminado con esas acciones, aunque los indígenas sólo esperaban el momento propicio para vengarse.

No bien habían partido los militares cuando se reunieron unos 300 indígenas y fueron a quemar lo que quedaba de los edificios misionales de Tubutama y Caborca para después dirigirse a Imuris, San Ignacio y Magdalena, donde quemaron también todo. Nuevamente la respuesta militar no dejó de hacerse sentir: de Chihuahua acudieron los Generales Juan Fernández de la Fuente y Domingo Terán de los Ríos; de Sinaloa llegaron otros más, todos a unirse a las fuerzas de Sonora que incluía a indios y peninsulares, y ya en Cocóspera acordaron los detalles de una expedición contra los pimas rebeldes. El 20 de julio de ese 1695, Kino celebró misa y luego partieron todos siguiendo el Babasac hacia abajo; en la estancia de la misión (actual rancho Aribabi), juntaron 80 cabezas de ganado donadas por Kino y un soldado con su caballo fueron fulminados por un rayo veraniego. Siguieron su marcha y en Imuris encontraron las casas quemadas, lo mismo que en San Ignacio y Magdalena.

Desde Tubutama, los indígenas enviaron mensajeros solicitando la paz: pedían que fuera un misionero sin acompañamiento militar para conferenciar, ya que le temían a los soldados. Pero Terán entró a Tubutama durante la noche y encontró dormidos a los indios, matando a 21 mientras que el resto huía; luego quemaron lo que había quedado en Tubutama así como en Sáric para forzar a los indios a que dieran la cara, aunque éstos habían desaparecido, aterrorizados. El Gral. Fernandez de la Fuente cambió su base de operaciones a Tubutama y desde allí envió mensajes de paz a los indios.

La noche del 6 de agosto llegaba el jefe de Tucubavia (situado unos 15 Km al norte de Sáric) a conferenciar, y poco después se reunían más de 50 indios. Se nombraron nuevas autoridades indígenas de la región y Fernández se dirigió a Caborca, pidiéndole ayuda a Kino para terminar de pacificar todo. Kino acudió al Tupo donde conferenció con una embajada indígena y acordaron todos ir a Caborca, donde nuevamente les dijeron los indios que ellos no habían tomado parte en la muerte de Saeta, que todo era obra de los de Tubutama y Oquitoa.

Después se dirigieron todos, soldados e indígenas de la región hacia el oriente, y el 30 de agosto, en La Ciénega cercana al Tupo, Campos celebró misa mientras que Kino hacía lo propio en el Tupo. Siguieron los discursos: los indios condenaron la violencia y prometieron “que buscarían y entregarían vivas o muertas las cabezas primarias de los malhechores que faltaban…” mientras que los militares ofrecieron la paz. Así terminaba ese verano con esta etapa del levantamiento aunque los problemas para Kino apenas empezaban. Sin embargo, el espacio se agota por lo que nos veremos la próxima…



domingo, 17 de abril de 2011

La muerte de Francisco Xavier Saeta, SJ

Ese año de 1694, la paz en la región se deterioraba gradualmente: los apaches se hacían sentir cada vez más y los demás indígenas mostraban señales de inquietud. Esto provocaba respuestas militares que intentaban conservarla, algunas veces con mayor éxito que otras, aunque la participación de algunos militares, como Antonio Solís, que era sumamente impulsivo y atacaba a indígenas pacíficos no la favorecía. Sería cansado enumerar los casos particulares de ataques y errores, lo que sí, éstos fueron empeorando la situación. Así se organizó una campaña militar en el actual noreste de Sonora, en los límites con Chihuahua.

Mientras ésto sucedía, a fines de 1694 partían dos misioneros más de la ciudad de México a la Pimería Alta: Fernando Bayerca destinado a Cocóspera, y Francisco Xavier Saeta del que no se decidía aún su misión. Empezando octubre, Saeta llegaba a Mátape, donde supo que el Visitador, Padre Muñoz de Burgos, se le había adelantado porque llevaba a Bayerca a Cocóspera. Los alcanzó en Dolores y allí, tras algunas deliberaciones, decidieron que lo enviarían a fundar la misión de Nuestra Señora de la Concepción de Caborca.

El 19 de octubre partían Kino y Saeta y llegaron a Caborca en la noche entre el 21 y 22. Kino lo dejó trabajando en la construcción de una iglesia de adobe y regresó a Dolores, aunque a mediados de noviembre recibía la visita nuevamente de Saeta, quien empezaba un recorrido por toda la región buscando ayuda para sostener su misión.

Ese mismo noviembre, mientras Kino visitaba Casa Grande en el actual Arizona (viaje que ya cubrimos en el anterior artículo), se constituía un nuevo rectorado en las misiones de la Pimería Alta, el de Dolores, con jurisdicción sobre Dolores obviamente, San Ignacio, Magdalena, Tubutama, Remedios, y otros, además de Cucurpe que no era Pima ni de reciente creación. Su primer rector sería el padre Marco Antonio Kappus, misionero precisamente en Cucurpe.

Para diciembre, Kino partía a la Cd de México, aunque en el camino se tuvo que regresar debido al comienzo de la campaña militar ya mencionada al inicio de este artículo, y en Arizpe se encontró con Saeta que continuaba su viaje; no fue sino hasta fines de enero de 1695 cuando Saeta pasaba por Dolores de regreso a su misión.

Ya en Caborca, Saeta le escribiría varias cartas a Kino informándole de sus avances en la construcción misional. Kino, a su vez, le invitó a visitarle durante la semana santa en Dolores, y aunque Saeta se negó inicialmente argumentando que tenía mucho trabajo en Caborca, finalmente, en una carta fechada el 1 de abril, accedió. Sin embargo, nunca llegaría a las conmemoraciones.

En su biografía de Saeta, Kino nos dice la razón: “Esta su tierníssima carta, escrita en 1 de abril, el viernes santo en la tarde, la receví en 3 de abril, como a las 11 del día, dia de pascua de Resurectión, habiendo, dos horas antes, como a las 9, recevido las tristes noticias de su santa muerte, la qual fue el sábado santo, 2 de abril, por la mañana, al salir del sol…”

Todo había empezado en Tubutama como consecuencia de los abusos anteriores de Solís, aunque los sucesos inmediatos derivaron de que el misionero, Daniel Janusque, había nombrado un capataz Opata entre los Pimas. Este se portaba muy duro con ellos, golpeándoles, y el 29 de marzo, cuando Janusque había salido de la misión, éste golpeaba a un Pima, el que pidió ayuda a los demás indígenas. Acudieron, mataron al Opata, luego quemaron el templo y casa del misionero y acabaron con el ganado. Al saber de esta muerte, Saeta, quien ya había cerrado la carta del 1 de abril a Kino, en el exterior le agregó una posdata en la que, entre otras cosas, le pedía: “Vuestra Reverencia no me pierda de vista.”

Los indios rebeldes, por otro lado, continuamente aumentaban en número, pasaron por Oquitoa donde se les unieron más participantes y en Pitiquín creció todavía más la multitud hasta que llegaron a Caborca, donde permanecía Saeta sin saber qué hacer. Arrodillado, recibió dos flechazos, según nos cuenta Kino: “Y levantándose con ellos entró a abrazarse con un muy lindo Santo Cristo de bulto que había traído consigo desde Europa, y sentándose sobre una caja, por la flaqueza y dolor, y después sobre la cama, y desangrándose, dio su dichoso espíritu al Soberano Creador…”

domingo, 10 de abril de 2011

Manje enferma y Kino visita Casa Grande

Vendría después una época de importantes descubrimientos. El principal de ellos, que no se debe de viajar por el desierto de Sonora en verano. En junio de ese 1694, antes de que las lluvias rieguen y enfríen el territorio, Kino y Manje habían partido a Caborca a continuar la construcción del barco con el que pensaban lanzarse al mar califórnico.

Viaje de junio de 1694
 Salieron de Dolores y siguieron la misma ruta de la vez anterior y en Tubutama se separaron. Mientras que Kino continuó a Caborca a proseguir con el barco, Manje y sus guías siguieron río arriba, por el Altar. Pasaron por el Búsanic y Tucubavia,  que era territorio que ya había sido cubierto por Kino y Salvatierra anteriormente.

Sin embargo, en adelante eran territorios desconocidos: siguieron al noroeste hasta pasar por Gubo Verde (actual Pozo Verde), y más allá por una ranchería llamada Cups, al norte del pico de Bavoquívari, donde los nativos le hablaron de unas grandes casas situadas a 5 días de jornada rumbo al norte aunque se rehusaron a llevarle por temor, y entonces Manje decidió regresar a Caborca. Cambió entonces de rumbo al suroeste hasta  Moicaqui (actual Quitovac) y un día después atravesaban esa árida región en medio del calor veraniego, recorriendo más de veinticinco leguas (unos 100 kilómetros) hasta que llegaron a una ranchería cercana a Caborca donde se atiborraron de agua para satisfacer la sed y el calor, lo que enfermó a todos.

Después, al llegar a Caborca, Kino le dijo que había recibido una orden del Padre Visitador, Juan Muñoz de Burgos, ordenándole que cesara en la construcción del barco, y aunque contaba con el permiso del Padre Provincial, decidió obedecer a su superior jerárquico hasta determinar la orden definitiva.

Para entonces, Manje había enfermado gravemente y tenía una altísima fiebre, por lo que el misionero pensó que moriría, lo confesó y le dio los últimos sacramentos, aunque pasaron cuatro días sin cambio hasta que, según nos dice Manje mismo: “pedí me sacasen y cargasen de tierra de tan adustos soles; y, parte a caballo teniéndome, y cargado en hombros de indios, a los seis días de camino, sin poder probar más de tres veces atole o puches, andadas cuarenta y cinco leguas, en el 26 de junio, llegué a la misión de San Ignacio…”

Allí lo dejó Kino al cuidado del padre Campos mientras él seguía a Dolores.  Y según el mismo Manje nos cuenta: “…en medio que el dicho padre me mandaba hacer quintas esencias de guisados de huevos, gallinas y otros, con todas especies, por no recabar el que comiese, por lo totalmente desganado, con la molesta enfermedad en que me parecía todo salobre lo que, a fuerza, me hacía probar, me privó de beber agua, que era toda mi ansia y apetencia, y subiendo la tinaja en alto, porque no la alcanzase…”

El no poder beber agua enloquecía a Manje y aprovechó la obscuridad nocturna para arrastrarse hasta la tinaja, aunque al intentar alcanzarla se la derramó encima, bañándose todo el cuerpo. Eso lo alivió de inmediato.

Ya recuperado de su enfermedad, aunque perdió completamente el cabello, nueve días más tarde partía a Dolores y de allí a  San Juan Bautista, donde vivía, en donde allí informó a su tío, el Comandante de las Armas de la provincia, Don Domingo Jironza, acerca de su viaje.

Mientras, al haber escuchado Kino la narración de las grandes casas más hacia el norte, decidió ir a visitarlas. Esperó a que terminara el verano y ese noviembre salía rumbo al Norte.

Viaje de noviembre de 1694

 Llegó hasta el Bac, terreno ya conocido, y de allí continuó por 43 leguas más (unos 130 kilómetros) hasta que llegó al actual Casa Grande, en Arizona.

Las ruinas de Casa Grande, en el actual Arizona
 A la pluma de Kino debemos esta descripción de la construcción que aún hoy se puede visitar: “…es un edificio de cuatro altos, tan grande como un castillo, y como la mayor iglesia de estas tierras de Sonora. Dícese la dejaron y despoblaron los mayores de Moctezuma y, perseguidos de los cercanos apaches, salieron al oriente o Casas Grandes [Chihuahua] y de allí tiraron hacia el sur… y fueron a fundar la gran ciudad y corte de México.”

Sin embargo, Kino se equivocaba, ya que hoy sabemos que esas fueron construcciones de la cultura Mogollón, cuyos restos también se encuentran al Este de Arizona, en Nuevo México y en Chihuahua, y que aunque esta cultura tuvo relaciones comerciales con el altiplano central de México, formó una cultura diferente.

domingo, 3 de abril de 2011

Un barco en Caborca

Habiendo conseguido la ayuda de Juan Matheo Manje para que le sirviera de enlace entre lo religioso y lo civil después de su entrevista con Domingo Jironza, Kino lo llevó de inmediato a Dolores para aprovechar su asistencia. Corría el mes de febrero de 1694 y el día 7 partían Kino y Manje desde la misión cabecera rumbo al oeste.

Viaje de Kino y Manje de Febrero de 1694
Ya en Magdalena, se les unió el jesuita Marcos Antonio Kappus, quien ahora se encargaba de Cucurpe, además de dos españoles y 20 indígenas. De Magdalena continuaron su viaje hacia el poniente y pasaron por el Tupo y más allá por el Bosna, para después llegar al Ocuca, entonces llamado Oacuc.
 
Del Ocuca continuaron su travesía hasta que llegaron a Caborca, aunque no se detuvieron a descansar sino que siguieron hasta que llegaron al cerro del Nazareno, que Kino había ascendido en su viaje anterior a la región. Ascendieron al pico más alto, y desde su cima divisaron el mar y más allá a California en donde alcanzaron a ver cuatro picos, los que bautizaron como Los Cuatro Evangelistas, aunque debido a que el nombre de San Lucas ya había sido asignado al cabo en donde termina California, lo reemplazaron con el de San Antonio.

Después, Kino y Manje continuaron su viaje hacia el mar, mientras que Kappus se quedaba con las cabalgaduras, para después regresar todos juntos hasta Dolores. En total, en ese recorrido según nos dice Manje: “contamos novecientos cincuenta indios gentiles. Bautizáronse cincuenta indios párvulos y adultos enfermos…”

Ese viaje le inspiró a Kino una idea: constuir un barco en Caborca para, en piezas, llevarlo desarmado a la costa, armarlo y desde allí botarlo. Siguiendo esta idea, de inmediato según nos informa Manje: “Labramos en la misión de los Dolores, estay, manales y barraganetes que llevar, en cargas, al viaje, con dictamen de labrar quilla, timón y demás adherentes, conducentes en el dicho Caborca…” Después de terminar estas piezas, el 16 de marzo partían nuevamente de Dolores hacia el poniente, llevando lo que habían construido, y llegaron a pasar la primera noche en Magdalena. Un día después pasaron por el Tupo y de allí hasta Tubutama, donde pernoctaron nuevamente.

Viaje de Kino y Manje, en marzo de 1694
Al día siguiente continuaron el recorrido, siguiendo corriente abajo por las hermosas alamedas del río, hasta que llegaron a un lugar que Manje bautizó como Altar, nombre que aún conserva el poblado local. Desde allí, mientras que enviaban las piezas del barco a Caborca, Kino y Manje se desviaron al noroeste a bautizar enfermos y visitar lugares, y después de este rodeo dirigieron sus pasos a Caborca.

Llegando, de inmediato se dieron a la tarea que les llevaba, y “para dar principio a la fábrica del barco, se  cortó un grande y grueso álamo, por no haber, en este país, otra especie de árbol y de madera” Sin embargo, a pesar de que le desenterraron las raíces para facilitar su caída, el árbol se resistía a ser derribado.

Fue entonces que el joven Manje se ofreció voluntariamente: “subí yo al árbol, para amarrar reatas y sogas, para estirar de abajo la gente… estándolas atando, a la punta y remate de él, fue cayendo, y yo, asido del tronco. Y aunque al golpe y estruendo se quebraron muchos brazos de su copa, salí sin lastimarme, sin lesión alguna…”

Aprovechando esta algo quijotesca escena, podemos imaginarnos al misionero convenciendo al joven aragonés de su idea de construir un barco, a pesar de que todos los elementos se encontraban en su contra: la madera de álamo, para quienes conocen ese árbol, es extremadamente porosa, por lo que al sumergirla al agua inmediatamente se convierte en una esponja que absorbe el agua. Además, debió ser una imagen única ver a aquellos peregrinos que se dirigían, atravesando los arenales de esa región, llevando a cuestas un barco que pensaban armar en la costa sonorense.

Pero eso no sucedería. Después de derribar el álamo, Manje dejó a Kino a que continuara con la construcción del barco, mientras él se fue a explorar rumbo al poniente. Subió nuevamente al Nazareno para divisar la costa y en seguida llegó hasta el mar, para luego volver a Caborca, en donde lo esperaba Kino, quien le dijo que tendrían que regresar a Dolores, porque era necesario esperar a que se secara la madera que habían cortado. Así, nuevamente regresaron a la misión cabecera de Kino.