lunes, 27 de diciembre de 2010

Lo que se sabía de California en la época de Kino

Así fue cómo, en 1683, partía Kino de la Ciudad de México como geógrafo, cartógrafo y misionero en la expedición de Isidro Atondo de Antillón a California.

Ya Hernán Cortés mismo se había interesado por explorar y colonizar esa región después de la conquista de Tenochtitlán en 1521, y él le fue quien dio el nombre de California. Aún ese nombre derivaba del mito: una novela de caballería de las que enloquecieron al Quijote, Las Sergas de Esplandián, de Garci Ordóñez de Montalvo, en la que aparecía una isla imaginaria, California, con perlas y oro y habitada sólo por mujeres. 

Cortés permanecería más de un año en la bahía de La Paz, aunque finalmente la pobreza y aridez de la región le hicieron abandonar su empresa. Después, en 1539 enviaría al Cap. Francisco de Ulloa a explorarla, quien recorrió toda la longitud de la misma, por ambas costas.  Además, Francisco de Alarcón en 1540 llegó a la desembocadura del Colorado y remontó el río en varios kilómetros. Así, estos dos exploradores establecieron ya desde un siglo antes del nacimiento de Kino la peninsularidad californiana.

Por otro lado, la posición estratégica califórnica le otorgaba vocación para convertirse en barrera o puente para el comercio Europeo con el lejano oriente y la especiería. Los barcos que, provenientes de Europa iban al lejano oriente, cruzaban el Atlántico y luego el extremo sur de América para entrar al Pacífico. Luego iban costeando el nuevo continente, y cuando llegaban a la altura de California, se dirigían a China. Y ya de regreso del lejano Oriente, los marineros desde sus barcos se iban encontrando con la tierra ignota califórnica, recorriendo con la mirada sus costas, preguntándose qué habría allí, hasta que llegaban a su extremo Sur, para dirigirse después a Sinaloa y luego Acapulco.

De esta manera, el conocimiento de su peninsularidad se fue perdiendo y gradualmente revivió el mito, el deseo, de que California fuese una isla alargada cuyo extremo sur, el conocido,  se encontraba cerca de La Paz, mientras que el norteño, desconocido, se idealizaba que llegaría a acercarse al lejano Oriente, y únicamente un imaginario estrecho, el de Anián, lo separaría de la gran China. Así surgió la idea de utilizar a California como puente terrestre entre la Nueva España y la gran China.

Se creía que al Norte de California estaría el Estrecho de Anián, que serviría como puente con Asia
 A finales de 1631, Francisco de Ortega se ofrecía ante el Virrey Novohispano a dirigir otra expedición marina más para investigar la viabilidad de poblar la California. Además, inventó una campana de buceo con la que se podía “descender a cualquier cantidad de fondo y podía estarse debajo del agua diez o doce días” obviamente, buscando perlas.

Se le autorizó el viaje y realizó tres. Buscó aliarse con los jesuitas sinaloenses que ya entonces se interesaban en desarrollar como una unidad económica a Sinaloa, Sonora y California, y en su tercer viaje, en 1636, se hizo acompañar del jesuita Roque de la Vega, el primero de la Orden que pisó tierras califórnicas. Exploraron y describieron las costumbres indígenas; la geografía, farallones y puntas, entre otras una que: “tiene un arco grande… que parece hecho a mano, que le pasa el agua de una parte a otra…” Se trataba del hoy famoso arco de Cabo San Lucas. Pero lo más interesante es que, anticipándose a Kino, imaginó la fertilidad de la tierra califórnica: “la disposición de la tierra, a dos leguas de la costa, es muy buena y dispuesta para todo género de sementeras y de ganados mayor y menor…” ¡Y hablaba de la vecindad de La Paz!

Sigüenza le prestaría a Kino la crónica de los viajes de Ortega, según el sabio mexicano nos cuenta: “y por saber que había de pasar a la California, le presté para que las trasladase las demarcaciones originales que de todas aquellas costas, desde el Cabo de San Lucas hasta la punta de Buen Viaje, hicieron los capitanes Francisco Ortega y Francisco Carbonel de Valenzuela, las cuales en pedazos y diminutas volvieron a mi poder, después de haber salido de esta ciudad el reverendo padre…”

Así, esta información se convirtió en otro factor del distanciamiento entre ambos personajes…

domingo, 19 de diciembre de 2010

Kino en la Ciudad de México


Y así, llegó Eusebio Francisco Kino a la Nueva España en junio de 1681, cuando la fama de sus estudios le habían precedido, por lo que la élite intelectual novohispana lo recibió con los brazos abiertos. Además, la Duquesa de Aveiro le había enviado una recomendación del aspirante a misionero a su prima, la Virreina de la Nueva España, María Luisa Gonzaga, Condesa de Paredes.

La Ciudad de México se había convertido para entonces en el principal centro de expresión cultural de un naciente nacionalismo. Dentro de este escenario,es muy probable que haya sido Don Carlos de Sigϋenza y Góngora quien llevó a presentar a Kino ante Sor Juana Inés de la Cruz, Francisco de Florencia o Fray Agustín de Vetancourt y demás intelectuales novohispanos. El mismo Sigϋenza y Góngora nos cuenta cómo puso él en contacto a Kino con sus amigos novohispanos: “…por las noticias que corrían de ser eminentísimo matemático, estimulado del deseo insaciable que tengo de comunicar con semejantes hombres … me entré por las puertas de su aposento, me hice su amigo, lo llevé a mi casa, lo regalé en ella, lo introduje con mis amigos…”
Don Carlos de Sigϋenza y Góngora

Carlos de Sigϋenza y Góngora era para entonces uno de los más reconocidos sabios mexicanos. De la misma edad que Kino, ya que había sido bautizado cuatro días después que el futuro misionero, fue el segundo hijo del peninsular Carlos de Sigϋenza y Dionisia Suárez de Figueroa y Góngora, a su vez sobrina del Poeta español, Luis de Góngora. Para entonces era ya reconocida su trayectoria en el mundo de la ciencia, y actualmente se le reconoce entre los principales promotores de la ciencia y el nacionalismo mexicanos.

Sor Juana, que era pocos años menor que Kino y a la llegada del misionero a la Nueva España ya se había incorporado a la orden de las Jerónimas, para entonces se había convertido en una famosa poetisa. Francisco de Florencia, por otro lado, era veinticinco años mayor que Kino y al igual que él era jesuita; había llegado a México contemporáneamente a nuestro misionero y sería uno de los principales promotores del guadalupanismo mexicano. Finalmente, Fray Agustin de Vetancurt (una de las formas ortográficas de su apellido), de la misma edad que Florencia, era ya reconocido entonces por su "Arte de Lengua Mexicana," aunque otras obras suyas posteriores, como "Teatro mexicano," lo transformarían en uno de los principales mexicanistas.

Con Sigϋenza, Kino de inmediato intercambió información acerca de las observaciones del cometa que había visto en España. El sabio mexicano acababa de escribir una serie de libros en que negaba validez a la interpretación astrológica de los cometas como precursores de males y calamidades. Así, en enero de ese año de 1680 había publicado su “Manifiesto filosófico contra los cometas despojados del imperio que tenían sobre los tímidos,” y poco después su “Belerofonte Matemático contra la Quimera Astrológica.”

Lo que no sabía Sigϋenza, ni Kino le mencionó, era que el jesuita escribía por entonces un libro que llevaría por título “Exposición Astronómica de el cometa que el año de 1680…” en el que argumentaba precisamente lo contrario, que los cometas eran precursores de desastres. El mismo Sigϋenza nos cuenta cómo supo que los rumores que habían llegado a sus oídos de que esta publicación de Kino eran ciertos:   

“…vino a mis manos por las del reverendo padre, que me la dio con toda liberalidad un día que (como muchos otros lo hacía) me visitó en mi casa; y despidiéndose para irse aquella misma tarde a las provincias de Cinaloa, me preguntó que en qué me ocupaba entonces. Y respondiéndole que no tenía cosa particular que me precisase al estudio, me instó que en leyendo su libro no me faltaría que escribir y en que ocupar el tiempo con lo cual confirmé la verdad de los que me lo habían prevenido y me di por citado para el literario duelo a que me emplazaba…”

En el texto de su libro, Kino incluía algunos elementos que, cada uno por sí sólo, causarían el distanciamiento entre ambos personajes: estaba dedicado al Virrey, Conde de la Zerda, mientras que el “Manifiesto Filosófico” de Sigϋenza estaba dirigido a calmar a la virreina de temores infundados contra los cometas. Además, hay otros elementos en la “Exposición Astronómica” que han sido dejados de lado por los estudiosos. En primer lugar, siguiendo a las autorizaciones para su publicación, Kino incluye un poema anónimo que hace referencia al tema de la obra:

"Pues dexa el libro campo a elogios libre,
Más que por elección por congintencia:
Alto. Corra de Euterpe en la cadencia,
Libre del Sol, y el mar a el escarmiento,
De la feliz laguna al sacro río.
Y del Naguense Guadalupe al Tibre,
(A pesar del sagrado encogimiento
de su autor no elocuente,  mas que pio
Eusebio que felice piedad suena,
verde observancia o religión amena),
O crinito lucero la alta fama 
De la elocuencia, que peinó tu llama,
Huesped de nuestros ojos lunas quatro
Annuas porciones de distincto Henero,
De ochenta aquel, de ochenta y uno aqueste,
Util, como elegante passagero
Representaste quantos desengaños
A los futuros, y presentes años;
En tu papel celeste,
Quando de barba, quando de cabello,
Con mas, o menos vello
... 
De infortunios no origen, sino amago,
Si al fin te discurrió, no hayas sospecha,
De menos aceptable,
no de plausible menos;
Quando Hipocrita aziago
Entre los rayos de tu luz serena
A lo invisible solo formidable,
Bien qual grito sin voz, rayo sin truenos,
Feliz te contempló del arco flecha
De aquel inescrutable amor, que quiere
Muera ninguno, en fee, de que el no muere,
O qual favor en si, si acá sentencia
Del justo acuerdo de su amante audiencia,
Que el terco delinquir de los mortales
Intenta bienes, conminando males."

Hay quien le ha atribuido este poema anónimo a Sor Juana; pero además, partiendo del conocimiento de que en la obra la poetisa abundan los textos apologéticos dirigidos a los Virreyes de Nueva España y a sus esposas, esta obra de Kino contiene también una especie de prólogo escrito en una pluma que por su dominio del lenguaje y uso de alegorías literarias debió haber sido escrito por ella. En el mismo, por ejemplo, se hace referencia al nombre del Virrey, Tomás Antonio Manrique de la Zerda, miembro de la Casa de Medinacelli, en una parábola literaria comparándolo con la eclíptica celeste que cruza la mitad del cielo:

"puesto que la Augusta Zerda, que os renombra a un tiempo une, y estiende por tantos esclarecidos heroes, como os ascienden, en vuestra Real casa; mas esplendores que en las suyas el Zodiaco; Hermosa sobre galana similitud, a que se llega ser celeste, y vos Medina Coeli. Porque de la suerte que aquel circulo maximo entre los otros sus paralelos arabanca mas cielo, y abraza mas lucientes familias de aquel orbe, a causa de que la que llamamos Ecclípptica se contempla a la traza, o idea de una no menos dichosa que delicada hebra..."  

Sor Juana Ines de la Cruz
De cualquier manera, no hay duda de que la monja mexicana estuvo relacionada con la obra de Kino, ya que ella le compuso el siguiente poema en el que subraya específicamente lo que intepreta como racionalismo del jesuita en su obra sobre el cometa:


Aunque es clara del Cielo la luz pura,
clara la Luna y claras las Estrellas,
y claras las efímeras centellas
que el aire eleva y el incendio apura;
aunque es el rayo claro, cuya dura
producción cuesta al viento mil querellas,
y el relámpago que hizo de sus huellas
medrosa luz en la tiniebla obscura;
todo el conocimiento torpe humano
se estuvo obscuro sin que las mortales
plumas pudiesen ser, con vuelo ufano,
Icaros de discursos racionales,
hasta que el tuyo, Eusebio soberano,
les dió luz a las Luces celestiales.

Sigϋenza publicaría en 1690, cuando Kino ya estaba en Sonora, su “Libra Astronómica” en la que rebatía, uno por uno, los argumentos de Kino. Pero además, en este texto se refiere al poema publicado en el libro de Kino, “…no se rearguya con sonetitos sin nombre, ni se le pongan objeciones donde no se puedan satisfacer, sino publíquense por medio de la imprenta para que las podamos oir.”

Sor Juana, a su vez, publicaría un soneto dedicado a Sigϋenza en el que nos da a entender que en realidad no entendía muy bien el mensaje científico del sabio mexicano:

"no el sacro numen con mi voz ofendo,
ni al que pulsa divino plectro de oro
agreste vena concordar pretendo;
pues por no profanar tanto decoro,
mi entendimiento admira lo que entiendo
y mi fe reverencia lo que ignoro."

Los dos últimos versos de este soneto escrito por Sor Juana a Sigϋenza merecieron el siguiente comentario del erudito mexicano, Alfonso Méndez Plancarte, quien publicó sus obras completas:

"mi fe, no teológica, sino humana (o sea, aquí el acatamiento de la reconocida maestría del artífice), reverencia lo que ignoro: confía en que entrañará seguras bellezas, aun tal o cual pasaje que hurte su sentido a las primeras lecturas"... -No ironía (insospechable en la mutua y cordialísima estimación de Sor J. y Don Carlos), sino ilustre lección de respeto a quien lo merece." 

Sin embargo, después de conocer estos datos que Méndez Plancarte no tuvo a su alcance, no estoy tan seguro de que este soneto no haya tenido su vena irónica.

De cualquier manera, parece ser que el distanciamiento entre la Musa Mexicana y Sigϋenza no fue permanente, ya que en 1695 al erudito le tocaría pronunciar la oración fúnebre en ocasión del fallecimiento de Sor Juana. Sin embargo, el cisma abierto entre Sigϋenza y Kino no pudo ser reparado y en mi opinión sería causa de que, años después, Juan Matheo Manje no haya querido aceptar la peninsularidad californiana. Pero no debo adelantarme…

domingo, 12 de diciembre de 2010

La venida de Kino a América

Al concluir sus estudios y noviciado como Jesuita, Eusebio Francisco Kino se preparó para partir a la misión. Como una película en reversa, recorrió en sentido contrario a la cronología de sus estudios los lugares que había visitado durante su infancia y juventud. El 30 de marzo de 1678 salía de Oettingen, pasaba por Munich, y de allí a Hala para cruzar el Paso de Brenner y llegar a Trento, de donde se desvió para visitar por última ocasión Val di Non y el poblado donde había nacido, Segno, para despedirse de sus familiares.

Después reanudó su viaje y el 2 de mayo llegaba al puerto italiano de Génova. El 12 de junio zarpaban diecinueve jesuitas, y tras unos días pasados en Alicante llegaban a Cádiz, justo a tiempo de ver partir la flota que iba a América, que no los había esperado. Eso les obligó a esperar mientras se conseguía lugar en otro viaje al nuevo continente.

Mientras, Kino fue a Sevilla, en donde pasó el tiempo enseñando matemáticas y cartografía, y a finales de marzo de 1680 regresaba a Cádiz a preparar su partida. El 17 de julio, Kino y los demás jesuitas que esperaban una nave, abordaban el barco que partiría a la Nueva España, en donde unos se quedarían y otros seguirían a Filipinas y al lejano oriente. Pero el barco encalló y tuvieron que abandonarlo. Así, Kino regresó al colegio jesuita de Cádiz, a la enseñanza.

Durante estos seis meses de nueva espera, inició una relación epistolar con la Duquesa de Arcos y Aveiro (María de Guadalupe de Lancastre y Cárdenas 1630-1715), que vivía en Madrid. Perteneciente a una de las familias más ricas en España, era reconocida por sus actividades filantrópicas y de beneficio a la actividad jesuita en el Oriente. En una de sus cartas le contaba que en una apuesta que hizo con otro jesuita para determinar a dónde serían enviados, había perdido: iría a América aún cuando su aspiración era la misión en Oriente. Pero además, originada de esta contrariedad, le expresaba el germen de la idea que, no lo sabía aún, motivaría sus expediciones pimalteñas: la posibilidad, le decía, de utilizar a nuestra región como puente entre Europa y China.

La Duquesa de Aveiro

También de este periodo data su observación de un enorme cometa que empezó a ser visto en diciembre de ese 1680. Kino le escribiría a la Duquesa que lo veía como augurio de “muchas fatalidades…  calamidades para toda Europa… sequías, hambre, tempestades, terremotos, grandes desórdenes del cuerpo humano, discordias, guerras, muchas epidemias, fiebres, pestes y muertes…” Sin embargo, conforme fue transcurriendo diciembre, el cometa fue disminuyendo de tamaño sin que las calamidades profetizadas se hicieran realidad.

Y así llegó la oportunidad esperada para viajar a la Nueva España; el 27 de enero de 1681 partía de Cádiz en el navío de aviso San Fernando, cuyo capitán y dueño era Juan Bermudo. En el registro del barco, debido a que la Corona Española establecía restricciones al número de misioneros no españoles que podían ir a América, el nombre de los jesuitas que iban fue modificado, hispanizándolos. Así, su nombre aparece como Eusebio Chávez, y su descripción es la siguiente: “Natural de Córdoba, 21 años. Buen cuerpo. Moreno. Pelo negro ensortijado,” Es decir, una descripción que en nada se parecía al físico de nuestro jesuita. 

De la monotonía de su viaje, Kino no dejó una crónica, aunque contamos con la del grupo de jesuitas que le precedió y que podemos aplicar a su caso: Cada mañana, “muy temprano, un soldado despertaba al capitán y le pedía permiso para cambiar la guardia nocturna, se tocaba un tambor y disparaban dos rifles.  Se despertaban los marineros y soldados y se elevaban las velas. Luego seguía la misa o al menos una plegaria matutina. A las nueve, una campana anunciaba el desayuno… después del desayuno, se servía chocolate para quien lo quisiera, y después los pasajeros hacían lo que querían… A las cuatro de la tarde se cenaba, y después de la puesta del sol se daba la señal de la oración nocturna.”

Después de 96 días de travesía marina, el 3 de mayo de 1681 nuestro misionero llegaba a Veracruz, y en junio, dos meses antes de cumplir los 46 años y tres años después de partir de Oettingen, tras remontar el paso entre los volcanes, Eusebio Francisco Kino alcanzó a ver la que con el paso de los años sería calificada como “región más transparente,” la Ciudad de México, capital de la Nueva España.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Kino y su educación

Al cumplir los nueve años de edad, Kino partió de Segno, su lugar nativo, a estudiar a Trento. Ingresó al Gymnasium, una escuela administrada por la Compañía de Jesús, en la que realizó sus estudios preparatorios para la universidad y en el que pasaría los siguientes ocho años.




Mapa Interactivo de la región donde estudió Kino. Puedes acercarte, alejarte, cambiar de vista y de tipo de mapa.

Ya cumplidos los 17 años de edad, en 1663 se dirigió hacia el Norte. Atrás quedaba Italia y frente a él Alemania. En esta última pasaría el resto de su vida de estudios. Cruzó el Paso de Brenner y llegó al colegio jesuita de Hala, cuyo nombre, basado en “hall,” que significa sal, se lo dieron las cercanas minas de este producto. Es un poblado ubicado del lado norte de los Alpes, ya en Austria, a unos 150 Km al norte de Trento y unos 8 kilómetros al Este de Innsbruck (puente sobre el río Inn). En Hala pasó dos años de estudio. Estando allí, enfermó gravemente, al grado de que se temía por su vida. Fue entonces que, por sugerencia de un maestro prometió que si sanaba, dedicaría su vida a la labor misionera.

Habiendo terminado sus estudios en Hala, en 1664 ingresaba a la Universidad de Freiburgo, ubicada a unos 300 Km al Oeste, en donde estudió Filosofía y Letras en una de las escuelas que desde 1620 administraba la Orden Jesuita. Allí duraría hasta cumplir los 22 años de edad. En ese centro de estudios cumplió su promesa y entró como novicio a la Orden de Jesús en noviembre de 1665. De esta manera empezaba un periodo de 12 años, que era requisito para poder ingresar a la Orden.

Ya como novicio, entre 1665 y 1667 Kino estudió en Landsberg, ubicado a unos 230 Km hacia el este, cerca de Múnich, donde inició su noviciado, para ir después a Ingolstadt, en cuya universidad permaneció de 1667 a 1669, estudiando Filosofía, otro de los requisitos para ordenarse. Entonces recibió sus órdenes menores.

Habiendo terminado sus estudios y noviciado, continuó realizando su servicio, como era obligación jesuita, y regresó a Hala, en donde había iniciado sus estudios, a enseñar Gramática entre 1669 y 1673.
Después, repasando sus huellas de hacía unos años, entre 1673 y 1676 nuevamente regresó a Ingolstadt a estudiar Teología, además de ciencias de la tierra, tales como Cartografía, Matemáticas, Geografía y Astronomía, que consideraba que le serían útiles como misionero en China, que era a donde deseaba ser enviado como misionero. Fue entonces cuando inició una letanía de solicitudes para ser asignado como misionero en China, aunque sin suerte.

Después, regresó a Freiburgo en donde permaneció casi un año estudiando Astronomía, y el 11 de junio de 1677 era ordenado sacerdote en la Catedral de San Guilebaldo, de Eichstaett, en donde se conservan el cuerpo y reliquias de viajes del santo, que fue obispo del lugar. Y aquí merece hacer una pequeña digresión explicativa porque existen paralelismos entre la vida del santo y la de Kino que auguran una veta de información desconocida aún, y que nos hace preguntarnos ¿quién y porqué se escogería esa iglesia para la ordenación de Kino?

San Guilebaldo (nacido en Wessex, c.700 y fallecido c. 787 en Eichstatt), al igual que Kino, enfermaría siendo niño,  y sus padres prometieron que si se salvaba lo ingresarían a la Orden Benedictina. Así sucedió y Guilebaldo ingresó a la orden. Pero el paralelismo no termina aquí: las miras de Guilebaldo no estaban tanto en la misión como en la exploración geográfica, por lo que dedicó gran parte de su vida visitando Asia, el resto de Europa y la Tierra Santa. A su regreso, a los 41 años de edad sería enviado a Eichstaett a realizar labor misional.

El mismo año de 1677, Kino era asignado a la Gnadenkapelle (Capilla de la Imagen Milagrosa), en Altoetting, una de las iglesias más visitadas en Alemania. Allí permanecería hasta que finalmente fue asignado como misionero, no en China, como deseaba, sino en la Nueva España.

domingo, 28 de noviembre de 2010

El Nacimiento de Kino

Acabo de concluir la serie a propósito del Bicentenario y Centenario (verlo aquí), una serie de artículos que rebasó con mucho mis mejores expectativas, ya que aparte de los lectores periodísticos que soportaron mis dislates, el blog que formé con ese material para responder a quienes me pedían los artículos anteriores ha tenido una gran recepción.

Por otro lado, debido a que el próximo mes de marzo, 2011, se cumplen trescientos años del fallecimiento del misionero Eusebio Francisco Kino (15 de marzo de 1711), y gracias al espacio que generosamente me ofrece el diario El Imparcial, de Sonora, inicio ahora otra serie en conmemoración de nuestro Jesuita.

Al igual que la región en la que le tocaría desarrollar su labor misional, la Pimería Alta, que antes de su arribo fue frontera entre la región colonizada y la de los “infieles,” como se les llamaba entonces, y que aún hoy es frontera, aunque entre dos naciones, el misionero jesuita Eusebio Francisco Kino nacería en la frontera misma entre Alemania e Italia.

Kino mismo no sabía a qué nación pertenecía. Así se lo dijo a la Duquesa de Aveiro: “Tengo mucho gusto en escribir acerca de mi nación y mi país. Soy de Trento en el Tirol, pero tengo la duda de si deba llamarme italiano o alemán.” Esto se debía a que la región donde nació correspondía entonces al Principado-Obispado de Trento, perteneciente desde 1027 al Sacro Imperio Romano, aunque su cultura y lenguaje eran italianos. Fue hasta después de la Primera Guerra Mundial cuando esa región pasó al dominio de Italia.

La región donde nació Kino. Segno aparece en el centro de la imagen, y Trento en la esquina inferior derecha

Segno, su poblado nativo, está ubicado en un profundo cañón, Val di Non, de unos 20 Km de longitud y regado por el río Noce, que a su vez desemboca en otro cañón mayor por donde corre el río Adigio que atraviesa el norte de Italia y va a desembocar al Mediterráneo. Ambos cañones, con un característico perfil en forma de U, nos dicen que su origen es glacial y se encuentran ubicados en la falda Sur de los Alpes.

Segno no alcanza mucha altura, tiene apenas los 500 metros sobre el nivel del mar, ni la mitad de Nogales aunque el doble de Hermosillo, ambos en Sonora, México. Es, sin embargo, mucho más frío que nuestra región, ya que su latitud es mucho mayor que la de Sonora, 46 grados, o sea equivalente a la frontera entre Canadá y Estados Unidos, contra los 30 de la antigua Pimería Alta; además, la serranía donde se encajona Segno, parte de los Alpes, alcanza los 1,600 Metros hacia el Este y 2,500 metros hacia el Oeste de Segno.

La población más importante de esa región indudablemente siempre ha sido Trento, ubicado a unos 25 kilómetros al Sur de Segno y regado también por el río Adigio. Allí se realizó, un siglo antes del nacimiento de Kino, uno de los más importantes concilios del catolicismo, el que definió la doctrina de la Contra Reforma y presenció el auge de la Orden Jesuita.

Kino fue bautizado en Torra, una parroquia del principado de Segno. Ambos poblados, pequeños, están separados entre sí por poco más de medio kilómetro, aunque Torra es mucho más chico que Segno. El texto del bautismo, original en latín, reza: “El 10 de agosto, 1645, Eusebius, hijo de Franciscus Chinus y su esposa Donna Margherita, fue bautizado en presencia de los padrinos, el reverendo rector, el muy honorable Padre Don Arnoldus Thay, y Doña Rosa, esposa de Don Eusebius Chinus de Segno.”

La traducción al italiano del apellido del documento bautismal, como digo escrito en latín, equivale a Chini y se pronuncia “Quini,” que es la forma que hoy utilizan los miembros laterales de su familia que viven en Segno, ya que el misionero tuvo hermanas, no hermanos. Es de origen italiano, ya que de tener raíces germanas se escribiría Kϋhn.

El misionero mismo adoptó el apellido Kino a su llegada a América: en español, la ortografía de su apellido, Chini o Chino, se confundía con la nación asiática. Por eso la cambió para conservar su pronunciación. Además, asumió el nombre Francisco, quedando como lo conocemos: Eusebio Francisco Kino.